No existe "criatura menor" en el Universo, al respecto, sólo existen prejuicios.
Quién menosprecia lo que, por comparación, le resulta pequeño, aún no ha descubierto su propia grandeza.



Quienes viven cobijados bajo el cielo del norte, "tal vez", nunca hayan visto esta diadema que brilla en las noches del hemisferio sur.

Hace tan sólo un suspiro, algunos hombres, llamados por el poder imperial "adelantados", repararon en ella en medio de sus campañas de saqueo y conquista, dándole el nombre con que mayormente se la conoce, Cruz del Sur.
Sin embargo, los pueblos originarios de estas latitudes, esos que nacieron como un canto emergiendo de las entrañas mismas de la Tierra muy muy antaño (bastante más que un suspiro...), creyeron ver en ese puñado magnífico de luminarias y en sus entornos celestiales "la pisada del choike o surí o mañik, el ñandú cósmico", o la cruz escalonada, la "chacana", símbolo de la cosmovisión andina.

Más allá de toda interpretación, cada noche se alzan en la negrura orientando el camino del viajero.



Mientras vamos y venimos urdiendo nuestras rutinas diarias, la cabeza, sumergida en el mar de fondo del momento, más allá de nuestro Planeta, la realidad cobra una dimensión sideral. En medio de los escenarios globales con sus agendas y almanaques, de las pretensiones fútiles del sacro dios Consumo, de los estándares “empobrecedores” que la sociedad mundial insta a alcanzar a como dé lugar, girando como trompos en la loca vorágine, encadenados a un estilo de vida hipnótico y superfluo, como Humanidad, vamos distanciándonos de la Naturaleza, olvidando que somos criaturas sujetas al Orden Mayor de la Creación.

Tomar conocimiento del macro proceso que cursa la Tierra en la vastedad casi infinita del Universo implica despertar la consciencia universal desde la cual reconocernos Ser.