“Oh, caramba, ni un insecto esta mañana…“
En la terraza de mi casa de la infancia, en cuclillas me puse para fotografiar una flor pequeña que me hacía “ojitos” con sus desbordantes colores.
Fue entonces que una maripolilla llegó volando “no sé de dónde” (tal vez, vino en la palma de la mano de la Brisa), se posó en los delicados pétalos y giró su cabeza… para mirarme, dándome el tiempo necesario de reaccionar ante los hechos, cerrar la boca, enfocar y disparar. Suficientes 5 segundos y no más. Acto seguido, desplegó las alas y… fiuuuú…, volvió al seno del aire.
La realidad que “creamos” a diario es como esa criatura, se posa justo ahí donde repara nuestra atención.
¿Más claro?
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