Primero, se tendió entre mi sentir profundo y mi voz. Luego, me pidió alas para llegar a otros, alas de papel y tinta con que volar a cada humano que tuviera la curiosidad, el deseo, la intención de hacerle lugar entre sus manos y corazón. Hubo tanteos y en ello, experiencia, hasta que, finalmente encontró su cauce, su canal de parto, y surgió a este mundo sutil y, aún, vigoroso.
De mi parte, lo que resta es abrir las puertas para que se encuentre con el mundo y esparza su color, su aroma, su impronta. Le auguro una tarea preciosa, la de iluminar corazones.
Sin protocolos…, “Donde cantan los Ecos”.
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