INFINITO JÚBILO, la OSCURIDAD del ETÉREO MOMENTO que trae hasta mí la PLACENTERA MUSICALIDAD de una dicha IMPENSABLE.

FÉRTIL y ELÁSTICA, se despliega mi SONRISA desde el NÚCLEO INMUTABLE y vierte, en el DESIERTO, el REVÉS de un PENTAGRAMA hecho PÉTALO. 
La FORTUNA es un LABERINTO.












La soledad es un estado de la mente. 
Cuando se ha recuperado la conciencia unificada, el sentir vibra en cada átomo de la Creación y la sensación de separación, que nos mantenía aislados en nosotros mismos, se desvanece naturalmente.
No hay Luna inalcanzable cuando no hay distancias.




Tras la vuelta de cualquier esquina, la circular historia del hombre se recrea. A cada paso, una sombra, un perfil, una luz en la noche dibuja, recorta estampas, evoca nostalgias, enciende la imaginación dormida...




Madrugada del martes 15 de Abril de 2014.

De pie ante el cielo, la vista atenta, puesta en lo alto, oteo cuidadosamente su cara iluminada a la espera de indicios. Simultáneamente, busco variar mi perspectiva para percibir la misma escena ante mí, pero desde un ángulo visual extraplanetario, observadora circunstancial de un sustancial evento que hace a la dinámica cósmica.
Para ello, es necesario que ubique, en mi pantalla mental, los cuerpos celestes en cuestión, como bailarines de una danza que habrá de dar origen, en los próximos momentos, a un impactante juego de sombras: la Tierra eclipsando la Luna al pasar entre ésta y el Sol, alineados los tres astros, desde sus centros, por una línea virtual casi perfecta.
No es frecuente que, estando la Luna en fase plena, es decir en oposición al Sol respecto de la Tierra, intersecte con su órbita, en un punto llamado "nodo", el plano de la órbita que nuestro planeta describe en su desplazamiento alrededor de la Estrella. Tal condición es fundamental y necesaria para que el satélite quede eclipsado al atravesar, circunvalando la Tierra, el área de penumbra que ésta proyecta hacia el espacio infinito, a la vez que es la causa por la que no se producen eclipses lunares en cada plenilunio.
Como ocurre en la evolución de todo proceso, habrá estadios, etapas en este fenómeno astronómico. Irá turbándose su luz hasta sumergir su cuerpo en el corazón de la umbra, la zona más densa del cono de sombra y se tornará su faz del color de la tierra arcillosa, un anaranjado pardo, apagado, en primera instancia, encendido, luego. Al cabo de algo más de una hora, lenta y progresivamente, emergerá de la cerrada oscuridad, recuperando su brillo y fulgor hasta, ya próxima al alba, desaparecer bajo el horizonte poniente.

Una ráfaga de aire frío me despabila y trae de regreso de mis elucubraciones.
Recupero mi foco. Spica, la acompaña, próxima a su izquierda. Por debajo y algo distante, Marte soporta la armonía, compensando el cuadro.
Cámara en mano, lista para registrar los acontecimientos. Y, en el profundo silencio creciente, me vuelvo testigo y cómplice del devenir del Universo...




El Universo espeja todas las realidades que nos habitan. Y juega, complacido, asomándose en cada átomo, mientras nos pregunta en silencio... "¿qué ves... cuando me ves?"




Medir y, luego, catalogar los eventos de la vida según "éxito/victoria" y "fracaso/derrota" es estrechar máximamente las posibilidades de enriquecimiento que tales circunstancias contienen, es acotar y empobrecer las perspectivas personales, confinándolas a la sombra de un eventual resultado, perdiendo de vista la sustancia que, en sí, abraza cada camino como proceso.








Suele usarse, con bastante frecuencia, la expresión "genio" para aludir a esas personas que, por sus virtudes, descollan en determinados ámbitos de la humana expresión sensible- intelectual. La tendencia es quedar fascinados ante sus capacidades e, inmediatamente, la de construir pedestales para ellos y adorarlos, casi, como si fueran superhumanos, hasta convertirlos en un mito viviente. De esta actitud, en algunos casos, devienen el fanatismo y la idolatría, con el consecuente deslumbramiento ciego y hueco. Por detrás, en muchos otros, ocurre o bien la emulación de los que se esfuerzan por copiarlos o, simplemente, la mera actitud pasiva de encandilamiento.

Algo muy cierto, por evidente, es que no se ven los luceros en el cielo cuando el Sol ilumina sobre nuestras cabezas. Y, sin dejar de ser formidable y colosal "a nuestra perspectiva", con todo, el astro Febo es "una", no "la única" estrella.
Siendo Una la Luz de la Esencia- Espíritu que nos anima, somos particulares y peculiares cada uno de los diamantes humanos que la traducimos en colores y destellos. No hay, entre nosotros, dos iguales, ahí, la rica y singular belleza de la diversidad, la exquisita perfección de la Creadora.
Es el "asumir la propia impronta", nuestro estilo único, lo que "despeja el camino para que nuestros talentos se hagan manifiestos".

Ser GENuInOs para que el GENIO se revele.




La palabra que no ancla su predicado en la consiguiente acción, se convierte en una estructura hueca y disonante. 
Ser consecuente en el pensar, sentir, decir, luego, en el hacer es indicio de una personalidad integrada, es la consecuencia lógica de haber aprendido a capear los propios temporales, aceptando tanto el riesgo de zozobrar en sus aguas atormentadas como  el logro que significa ver plasmado, en uno mismo, la unidad realizada.






Porque, de momento, las cosas se plantean del modo en que lo hacen, es necesario ver con claridad que la vida misma es devenir y que todo devenir involucra procesos circunscritos a una sabiduría intrínseca, razón por la cual resultan impostergables y no manipulables. 
En consecuencia, han de ocurrir por sobre todo, con o sin nuestro favor, y de la actitud que adoptemos dependerá el transitarlos con naturalidad o instalados en el dolor.
El sentido común invita, no sólo a no reñir con ellos, sino a acompañarlos con pleno conocimiento de que están conduciéndonos a un nuevo estado de conciencia. 
Finalmente, en eso va la experiencia humana...








La "sabiduría" no se facilita, no se le procura a alguien, de ninguna manera. 
"Es la resultante, espontánea y natural", de un proceso que está comenzando y finalizando, permanentemente, en cada uno de nosotros y, por esto, guarda sus propios tiempos para cada quien.




Los caminos nunca son equivocados. Todos, sin excepción, conducen hacia el punto correcto. Sea donde fuere que te posiciones, vas a estar siempre en el lugar exacto para tu lección "en ese momento", lo cual no quiere decir que sea, precisamente, el sitio en donde desearías estar parado, pero, sin dudas, es donde te aguarda el siguiente aprendizaje. Esa será tu situación perfecta. Ese, tu sendero y no otro. 
Si podés verlo de este modo, fluir será algo que ocurra espontáneamente y evitarás el amargo sabor que deja el forcejear con la Vida.




Decía Kandinsky que la línea es un ente invisible, un punto que, rompiendo su estado de reposo, se lanza a vagar por un plano delineando un trazo. Quien traza tal trazo también es como un punto vuelto línea, rompiendo la monotonía del estatismo, reinventándose continuamente en un espacio sin orillas.




No hay caminos largos o cortos, sólo hay... caminos.
Así, cada sendero se haya completo a cada paso y cada avance se convierte en la meta alcanzada. Poner expectativa en el arribo desdibuja la trascendencia del proceso que, en sí mismo, el andar es.

Que tus pies, guiados por tu intención y movilizados por tu voluntad, te sostengan y te lleven. Cualquier sitio arribado será el apropiado y te acercará a tu próximo aprendizaje.





Para que la palabra... abra, accionando como una verdadera llave, es necesario que "se reúnan y reconozcan dos intenciones", la de quien la pronuncia y la de quien la recibe. Esa llave va a estar teñida de los mil matices que le imprime quien la da a luz y cobrará otros mil nuevos al momento en que, quien la recibe, la pincele con los propios colores de su interpretación.
Cuando, en un diálogo, los dos (o más) que se comunican, abren su corazón y mente, en un estado de disposición generosa, en una actitud sincera y amorosa, en la busca de alcanzar un contacto genuino, brotan las palabras, no brutas, sino como brotes pletóricos, como mariposas, llevando, en sí, el aliento de Vida, pronunciándose en el nombre del Amor.