Para que la palabra... abra, accionando como una verdadera llave, es necesario que "se reúnan y reconozcan dos intenciones", la de quien la pronuncia y la de quien la recibe. Esa llave va a estar teñida de los mil matices que le imprime quien la da a luz y cobrará otros mil nuevos al momento en que, quien la recibe, la pincele con los propios colores de su interpretación.
Cuando, en un diálogo, los dos (o más) que se comunican, abren su corazón y mente, en un estado de disposición generosa, en una actitud sincera y amorosa, en la busca de alcanzar un contacto genuino, brotan las palabras, no brutas, sino como brotes pletóricos, como mariposas, llevando, en sí, el aliento de Vida, pronunciándose en el nombre del Amor.




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