La palabra que no ancla su predicado en la consiguiente acción, se convierte en una estructura hueca y disonante. 
Ser consecuente en el pensar, sentir, decir, luego, en el hacer es indicio de una personalidad integrada, es la consecuencia lógica de haber aprendido a capear los propios temporales, aceptando tanto el riesgo de zozobrar en sus aguas atormentadas como  el logro que significa ver plasmado, en uno mismo, la unidad realizada.






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