Con la fuerza de mil soles
la noche ardía.
Así, sopló el alma en mí 
su melodía.
Guirnaldas de luciérnagas
prendió en mi pelo.
De la mano de mi niña
alzaban vuelo.
Se asomó a mi boca,
inspiradora,
y encendió las palabras…
que digo ahora:

“ … Aprende del arroyo
a fluir sin brumas
y que tus manos se vuelvan
como su espuma.
De la tierra toma
lo que te ofrece,
ve en su fruto maduro
lo que florece.
Te recordará el aire
la transparencia,
incontenible tu aliento
como su esencia.
En la danza del fuego
hallarás carisma.
La pasión con que abraza
serás tú misma.
Agradece a esos Maestros
las enseñanzas.
Te han moldeado perfecta,
a su semejanza.
Y, en el punto crucial
de tus coordenadas,
brillará un lucero
cada alborada … “





Pasar. 
Cada pasillo se detiene, se suspende en una húmeda y silenciosa obscuridad sin fin. Entre puerta y puerta, habita el vacío.
Te llevo en andas.
Abro la próxima.
La claridad nos encandila. Está cálido y agradable. El sol acaricia.
Me mirás a los ojos y me pedís casi sin palabras que nos quedemos aquí, que no sigamos adelante, no por hoy. Volvés a recostar tu cabecita sobre mi hombro y te sumís en tus abismos. Tan liviana y, sin embargo, pareciera que cargás encima el peso de una eternidad. Comprendo. Estás agotada, desvitalizada y necesitás nutrirte de la luz.
Subimos a los tejados rojos. Escabrosos. Superpuestos. Habrá seguramente algún rincón iluminado, apacible donde podamos detenernos a descansar, a que te recuperes.
Te miro y callo. Te siento tan entrañable. Tan lúcida y vulnerable…
He de ser tu escudo mientras me asistan las fuerzas. Mas un día, habiendo atravesado ya todos y hasta el último de los pasillos, habiendo traspasado la última puerta, allí nos despediremos y seguirás sola, ahora a la luz, ahora en la luz, para reencontrarnos, cuando el momento sea llegado, más allá de los espejos.








84 son las campanadas que, justo ahora, tañen al aire su vibrante resonancia. 
84 son y las oigo 
anunciando inicios, 
como blancos elefantes sagrados 
adelantándose a las caravanas 
de BIENAVENTURANZAS ...





Una piedra cae en un estanque de reposadas aguas y, en el preciso momento en que impacta contra su superficie, comienzan a generarse ondas expansivas dibujando círculos concéntricos que se propagan y se hacen cada vez más grandes y más... y más ... Sólo fue un guijarro y todo ese cuerpo líquido bailó a su son una danza bella, modulada, graciosa, amable, armoniosa...


Un sueño cae en un mar de reposadas almas habitando un estanque de grises y desconcertados humanos y, en el preciso momento que acaricia sus corazones, comienza a abrir puertas detrás de las cuales aguarda encerrado el amor, liberándolo para que se exprese, se despliegue y tiña de infinitos colores vivificando tierra, agua, aire, fuego, convirtiéndose así realmente en la quintaesencia alquímica.


Sólo un sueño basta ...


Un sueño...





Ese AMOR que sostiene y nutre al Universo,
que dibuja el trazo en el cielo nocturno de una estrella fugaz;
ese AMOR qué sólo la belleza del alma podría espejar...
Bañada en su luz,
rendida a su resplandor ... 





Es de cortezas y resinas el inquietante silencio que embalsama el aire. Una fina bruma va filtrándose sigilosa por entre la verde espesura mientras, en la orilla de turquesas y esmeraldas, un ave libera su trino rasgando con un hilo de plata la perplejidad de aquel santuario…





¿A dónde vas? Hay un otro lado desde aquí. Si me atraviesas, probablemente, ya no puedas volver atrás. Soy puente y paso obligatorio. Tú decides si hacerlo ahora o esperar. Si te quedas permanecerás en la comodidad del dolor conocido. Si a 
través de mí te aventuras he de advertirte inseguridades y un andar, tal vez, áspero, sólo tal vez... El sol nunca te será esquivo, aunque muchas veces reniegues de él por no poder verlo. Te encontrarás con la palabra y el silencio y sólo si haces razonable uso de ellos has de ganar su sabiduría con la que seguir adelante. Todo es posible y probable. Lo que es seguro es que habrá camino en tanto camines.




LA BABA DEL DIABLO ES UNA VÍBORA DELGADA, PLEGADA SOBRE SÍ MISMA, CON DOS COLAS Y DOS CABEZAS, UNA Y UNA EN CADA EXTREMO. SE ARQUEA Y FORMA MUNDOS, DESHILACHA ESPERANZAS, SE DESDOBLA EN INMATERIALIDADES SOBRE UN FONDO NEGRO, COMPACTO, INEVITABLE, PERO TAMBIÉN ORGANIZA CORAZONES, CORAZONES VENCIDOS, CORAZONES FRACTALES, ALUCINADOS, MEDIO MUERTOS, MEDIO VIVOS. COMO VENA SANGRANTE DE LUZ, POR SU TUBO VITAL CIRCULAN FIBRAS INCONTABLES COMO CAPILARES Y ALGÚN BYPASS QUE OTRO RECUERDA QUE HA SIDO HERIDA DE MUERTE. HAY UNA MELENA DESFLECADA SOBRE SU FEMINEIDAD (RECOSTADA) COMO UNA PELUCA DE BRUMAS, NEBLINA EN EL OCASO, ATAJO MAL CENTRADO CAMINO HACIA LA RECTA FINAL QUE ES EL COMIENZO DEL SÍ MISMO. LENGUA SUTIL, CIEGA. ATRAVESADOS SUS OJOS POR UNA ESPADA DE TRANSPARENCIAS SÓLO VE LO QUE NO VE. PARECE QUE ANDA Y, SIN EMBARGO, FLOTA. PROMETE DESVANECERSE Y RÁPIDAMENTE REVELA EL ENGAÑO. ES CONSTANTE Y LUMINISCENTE. SU CRUZ ENLAZA RUMBOS A MITADES. INCOMPLETA, MAL ACABADA, CASI PERFECTA. EN SU LABIO SINIESTRO SE DIBUJA LA MUECA DE UNA BURLA. AHORA TE VEO. RECIÉN AHORA. TU ROSTRO VACÍO QUE MIRA 
HACIA EL ORIENTE.





Desde el COSMOS, se oye
el claro rugir del DRAGÓN.
Y SENTIR en SILENCIO,
la llama del CRISTO
arder INAGOTABLE

como INAGOTABLE es
el VIENTO
que me vuelve MENSAJERA,
COMPLETA en mí misma,
CANDELA del SOL,
SINCERIDAD de palabras,
SIEMPRE ...








Hacia el silencio me vuelvo. 
Hay en mí una íntima necesidad de ver aquello que mis ojos no me pueden mostrar. 
Sigilosa, voy adentro. Profundo…, profundo hacia adentro. Hasta allí donde habito, donde la serenidad es imperturbable, donde no hay distracciones y todo se vuelve a la luz. 
Contemplando mi propio rostro sin forma, pura Presencia, permanezco sintiendo, sintiéndome. 
Me desnudo y trascendiendo mi piel para arder como estrella en el cuerpo mismo del Universo que soy, me vuelvo infinita y eterna. 
Acariciada, acunada en el Amor …








¡Y cuánto, este canto mío, se levanta como columna de humoamor, 
como potente haz de luz que ilumina los destinos, 
los confines de todos los Universos pensados y aún 
no pensados !





Voy en vuelo. Nada me detiene, salvo yo misma cuando lo considero necesario u oportuno. Siendo el cielo la región del espacio donde mejor me expreso, ensancho mis pulmones, respirando profundo las maravillas del Universo. Ora la brisa deliciosa y amable, ora un tornado voraz, impetuoso, renovador, también he aprendido las zonas intermedias que exploro vistiéndome con la piel de un viento fresco y revitalizante. Me gusta acariciar la vida y que me acaricie y seducirla soplándole mi aliento que, generosamente, me devuelve cargado del exquisito sabor de la experiencia. Siempre en busca de lo nuevo, a mi paso, voy abriéndome la brecha que me conducirá hacia mi próximo aprendizaje.

Volátil, ligera, expansiva, comunicadora, inasible, incontenible, invisible, sutilmente fecunda...


Soy AIRE.




No hay patria que me contenga. Habiendo atravesado la noche de las mezquindades, conciencia pura soy desde la misma esencia que me nutre y sostiene en mí la vida. Como caricia, cada pisada sobre el cuerpo de mi Madre me recuerda que soy bien amada. Los caminos todos que hasta ti me llevaron, ahora me están devolviendo al único sendero unificado y, libre como el aire, me expando en un abrazo infinito que crece desde mi región más íntima, allí donde un sol rige el poder y voluntad en cada criatura humana, vibrando en sintonía con los soles mayores, con el Ojo mismo de Dios.





Soy Espejo y Línea Media. 



Soy los Mundos a ambos lados y el Universo que los contiene. Soy el original y las versiones, siendo cada una de ellas original de sí misma. Soy la Magia y los Destellos que desde los reflejos se disparan. Cuando te ves en mí, me veo en ti. Pero no me ves. Tan sólo me presientes. Y se convierten tus ojos en mis escaparates y, a través de ellos, conozco al humano complejo y te admiro en silencio...



Media Línea y Espejo Soy.





Ese momento en el que la vida se enciende para consumirse en sus encantos y caer, luego, en el inexorable letargo de un renovado ensueño...



¡Buen día, Vida ! Aquí, mi pulso acompasando cada huella, cada respiro, delineando el entramado de un destino hecho a medida. Como quien se hace a la mar, levo mis velas intuyendo el horizonte que, aún, no diviso, hecho, este navío, de la carne de Bella y Bestia pues, ambas sostienen el Divino Aliento que en mí habita. Donde cantan los ecos, donde el aire es nuevo y el viento silba su más bella melodía, hasta allí llegaré. Vestiré piel sobre piel y, ligera, me alzaré en vuelo hacia los mundos sutiles donde habitan intangibles realidades. Como la inspirada paleta del pintor, donde los opuestos complementarios encuentran su justo balance, renovaré mis colores, otorgándoles el brillo de la Luz que de lo Alto procede. Quizá, me vuelva, entonces, Estrella prendida en el Eterno Infinito...




Es el miedo poderoso caballero. De mil rostros, siempre sabe cuál usar en cada ocasión. Por ser astuto se agazapa detrás de nuestras debilidades y, desde allí, gran titiritero, gobierna los cordeles de nuestra voluntad desmayada. Va por nuestro sol y lo consume en tanto hace y deshace en nuestra tierra, agotándola, empobreciéndola. Ha nacido de la devastación y es desolación lo que a su paso siembra. Trae de la mano a sus hijos, la cobardía, el hábito, la costumbre y los suelta a pacer como ganado, mientras nos adormece acunándonos con la nana mortal que embelesa…:

“quédate aquí, vida mía,
que afuera es el dolor y la alegría”.

Mientras la vida se derrama en cada surco, hay un miedo, como un niño perdido, que sigue aguardando la caricia amorosa que lo libere de su propia tiranía.





Llegan y se montan al galope cascadas de brisas, flores, azules mariposas, los veintiocho velos que muda Luna, risas como cosquillas, llantos como manantiales de vida, la pasión, el humor, la ternura, los mil nombres que me probara como sombreros, una niña, el desvelo de noches insomnes, la caricia del sol en mañanas recién amanecidas, el juego inacabable de saborear lo nuevo...



Incontenible, burbujeante, como chorro irreverente, brota por la boca de mis anhelos un caudal salvaje de vida.
Lleva la fuerza de lo desconocido. Acaso, despliegue nuevos universos...




Andar el Camino, día a día, es saborear terrenos siempre cambiantes. Una lacia llanura tapizada de verdes, agradable, ligera, de pronto, da paso a la empinada cuesta de una montaña, escabrosa, desconsideradamente ripia, que promete que el descenso será, como poco, agotador y vertiginoso. Ahora, alcanzamos un pantano y caminamos hundidos en el fango hasta la barbilla, sofocados, con el suelo variando bajo nuestros pies, inestable, resbaladizo. Aún, el cruce de un río de aguas bravas y habrá que buscar un punto de equilibrio interno para atravesarlo sin perdernos en la corriente. Penetramos en las umbrías espesuras del bosque, tan bello como denso, silencioso, expectante. Ora será el desierto con un sol calcinante, sin reparos, sin agua, sedientos, ora, la fría estepa, destemplada, ardiente a su modo. Brisas y tempestades, hambre y fatiga, remanso bajo la amable sombra de los árboles y, de nuevo, la llanura para reiniciar el periplo, que es el Juego mismo.
Cada avance (y también cada retroceso), un aprendizaje, un moldear el temple, un desafío, el recuerdo tangible de que estamos vivos, oteando siempre el horizonte.


Baqueanos de la Vida...




Creerse el cuento en el que Caperucita se comió al lobo, en el que la abuelita era, en verdad, la madre de Caperucita que dio a la niña a criar a su hija para ocultar un desliz con el leñador; el mismo cuento (o el mismo argumento) en el que Blancanieves se sometía a cruentas intervenciones quirúrgicas para aclarar más y más el color moreno de su piel por prejuicios raciales; todo en todos; el mundo en nosotros; un poco y un poco; o mucho y un poco y viceversa... Ni bueno ni malo, contrastes, balances, experiencia, la Vida...



¿Es así de blanca la fuerza que te anima,
que se escapa por tus labios hecha aliento,
por tus manos que sujetan fuerte,
por tus ojos que encienden verdades?






Ocurre luego el COMPLACIENTE ENCUENTRO con la SACERDOTISA, caminando con PARSIMONIA por la SINUOSIDAD de la escotada cintura TELÚRICA, mientras ráfagas de TELEPATÍA, como ELECTRICIDAD, en SIMILITUD con percepciones extra sensoriales, promueven INVENTIVA ESCRITURA ...





He cerrado mis ojos y, en el silencio, habló así mi alma, sabia y serena: "he de mostrarte la luz que necesitas para que entregues al hombre; con ella alumbrará sus sombras y verá claro todo como claro se ve el día cuando, en lo alto, el sol se sostiene; por ella no desconfiará ya ante la belleza y se rendirá dulcemente al amor que en su corazón palpita... Ahora, me dijo, ve y anda los caminos; este es tu trabajo; ésta, tu misión y tarea ... "



Voy a contarles un cuento breve. Tan breve que, cuando reaccionen, pensarán si, en verdad, hubo tal cuento o sólo fue un soplido del alma. Y, para dar comienzo al relato, con el permiso de ustedes, voy a pronunciar las palabras mágicas:
“ … HABÍA UNA VEZ … un mundo al revés. Se caminaba con las manos. Se pensaba con los pies. Un Sol rojo y enorme que, de tan grande, valía por diez ardía durante la noche que duraba medio mes. Y, después, en el otro
medio mes venía la luna con su cara de aceituna, dueña y señora del día, siempre tan pálida y fría meciéndose como una cuna.
En este tonto mundo vivía un vagabundo. Un loco lindo, solitario, hecho de sueños, canto de grillos, capitán de bergantines de papel de diario. Aunque dinero no tenía igualmente sonreía y todo lo que poseía era pura poesía.
Mas sucedió que, un día, mientras dormía, vio desfilar en su sueño un barquito muy pequeño que él mismo conducía (“¿A dónde iría?”, se preguntaba muy serio). Y resultó que este navío atravesaba el mar bravío porque su gran marinero, de poderoso atavío, andaba en busca de Clía, sirenita de aguas frías que de una leyenda salía, de esas que cuenta el abuelo.
Del cielo se descolgaban y en el agua se caían infinitas estrellas que al navegante guían. Mucho surcó el viajero sin encontrar compañía, mas, en medio de vendavales, por vencido no se tenía.
Y, como EL QUE BUSCA ENCUENTRA, al final de la travesía, habiendo perdido ya la cuenta de las noches y los días, vio a Clía. ¡La armonía! ¡Un espejismo! Su belleza relucía. Y, mientras se sonreía, cantaba con la dulzura que sólo un alma tan pura en su corazón tendría. La miraba el marinero. De rodillas caía y la contemplaba en silencio pues no comprendía que existiese criatura de tan magnífica figura.
“¡Ay, qué inalcanzable pareces, sirenita de aguas frías! Mas hasta ti he de llegar y mi vida te he de entregar”, se decía.
Lo que el capitán no sabía es que Clía vivía esperando aquel momento en que el amor llegaría para decirle: “¿Quieres ser mía?”
Y, cuando el aventurero se disponía a rozar la visión aquella, con lágrimas en los ojos despertaba el soñador de un sueño que se moría. Un rayo de luz de luna se clavó en su dolor hondo. Aturdido sentía como un aleteo que del corazón venía. Sintió este trotamundos lleno de dulces locuras que se caía del mundo. Ahora, de sueños, vacío.
Quiso hablar, mas sólo pudo llorar. Ya la vida se apagaría lejos de aquella mar.
Pero en este loco mundo donde todo está al revés, a la vuelta de una esquina, encontró aquel vagabundo un nuevo rumbo hacia las aguas frías. En las sienes le latía la desmesurada manía de presentir que algo para siempre perdido nuevamente encontraría. Y corrió sobre el mar de estrellas. Y fue que, sobre una roca, avistó a Clía que le sonreía porque, esta vez, no se iría.
¡Qué alegría poder terminar un cuento de esperanzas y lamentos con un dulce final!


Y tú, amigo mío, si un sueño has perdido, respira hondo, profundo, no te vayas a caer. Pues a lo largo del camino, a la vuelta de una esquina, otro teñido de vida se te ha de devolver.




Soy una camisa.
Imito una estrella.
Hoy soy un ser diurno.
es que, aún, pretendo
conservar mi turno.


Nadie sabe cuándo.
Nadie sabe cómo.
Cuando me desnudo
disfruto la vida
como quién no pudo.


Cambio de colores.
Uso mil pelucas.
Gozo un tiempo nuevo,
libre de prejuicios,
con mil devaneos.



Todo es rutilante,
arden mis mejillas.
He burlado el tiempo.
Giro en la locura.
Me agito en el viento.



Pero todo llega
aunque me empecine.
Adiós a la Viña!
Seguiré camino.
El Cosmos me guiña.




Cuando llegue la hora de soltar amarras,
desatar el lazo que me une al mundo,
un desfile de musas invisibles
peregrinará por mis labios
sellados con silencio de tiempos viejos.
Mi más alta morada abrirá sus puertas
a la nueva luz
y, en carrozas perfumadas,
volverán los gigantes blancos de la infancia
a rescatar en mí
un nombre, una hora, una rosa, una niña.
Adiós diré a las palabras
para entregarme a la necesaria mudez
de los que hablan con el alma.
Adiós diré a mis tres tiempos.
Adiós le diré a este cuerpo.
Quizá volvamos a vernos
donde mora la verdad.




Un niño.
Un niño tiene ganas de dibujar
una manzana azul,
azul profundo, como de Universo
recién gestado.
“¡Pero en qué cabeza cabe
una manzana azul!
¡No te permito!
¡No te escapes!
¡No divagues!
¡No vuelvas a mostrarme
sino la roja manzana de la realidad!”
Un niño posterga.
No.
Un niño sacrifica
su manzana azul,
su ilusión azul …


Un niño.
Un niño ha descubierto dentro suyo
una voz.
Fresca. Limpia.
La propia voz.
“¡Castigo tu audacia!
¡La osadía de tu atrevimiento
has de pagar muy cara y,
de ahora en más,
repetirás la palabra de los grandes!”
Un niño asiste al suicidio
de su esperanza.
Un niño.
Sin voz.
Sin colores.
Sin alma.


Un niño.
Un niño se hace hombre.
El hombre compra,
en cuotas ajustables,
las cadenas con que atará su destino.
Un hombre.
Sin alas,
rodeado de encarnadas manzanas,
con una voz prestada.
Perdón.
Alquilada.
Un hombre.
Testigo, jamás protagonista.


Un hombre.
Un hombre se hace anciano.
Un anciano.
Un estorbo mayúsculo.
“¡Este viejo está loco!
¡No diga pavadas!
¡No moleste y siéntese al sol!”
Un sol que no calienta.
Un sol que no ilumina.
Un sol que no engendra.
Un anciano.
Un tiempo.
Un montón de huesos.
Olvido.
Nada.


Un niño.
Un niño durmiendo.
Una pesadilla:
niño, hombre, anciano, huesos,
grises, sombra, despojo, silencio.
Un niño despierta y
grita.
Grita.
¡GRITA!


Un niño que grita.


No todo está perdido






La pluma, pronta, aguarda las palabras que aún no salen. Se han quedado prendidas quién sabe en qué rincón del alma al resguardo de algún recuerdo de lo no vivido, de lo no gozado, de lo nunca sufrido, esperando lo eterno.
La pluma cae sobre el papel y ya no aguarda pues ha comprendido el inexplicable recogimiento que aletarga el crepúsculo interno.
La pluma queda en silencio y vuela hacia el infinito ser que hay dentro mío; vuela en busca del ideal supremo, magnífica existencia, incontenible anhelo de amor perfecto, sumo de vida inextinguible, esencia del don primero.


Una pluma sobre el alma y se sueltan las palabras ... en silencio...





Iba caminando a cualquier parte, sin rumbo, como quien hace tiempo y, simplemente, se deja llevar por sus propias pisadas. No sabía a dónde iba a dar, tampoco importaba. Luego tomó un colectivo sin saber su trayecto y tampoco importaba. Estuvo ausente durante el viaje, fugada a otras realidades, cualquier realidad, no importaba. El coche llegó al final de su recorrido. Había que bajarse. No apresuró el paso. Se tomó todo su tiempo. Pero "todo su tiempo" se terminó y, en un instante, ya estaba con ambos pies fuera (o dentro). Siguió caminando. Últimas luces de un ocaso ya cercano. Anduvo vagando un tramo, mirando sin ver. Cruzó una plaza. Y continuó. Una pareja besándose en una esquina y continuó. Un corro de niños haciendo bulla con palos y latas viejas y ... continuó. Junto al cordón de una vereda la amedrentó un gran charco de agua. Grande. Muy grande. Lo suficiente como para que, en el intento de saltarlo, viera su propio reflejo en el espejo. Ya había llegado a destino.






Es noche cerrada. Salgo a caminar. Unos pocos pasos bastan para adentrarme en el fragante bosque de pinos y abetos que embalsaman el aire con sus deliciosas resinas, justo al pie de la montaña. No interesa la oscuridad. Bastará con sentir el pulso de la tierra en mis plantas, dejar que mis pies copien amigablemente su relieve. Dejo que mis ojos se adapten a la escasa penumbra de un prematuro Cuarto Creciente. El aire fresco, aún no frío, de esta estación del año es particularmente embriagador, seductor. De todos modos, y a causa de una bruma fina que flota suspendida en el aire, llevo puesta mi chaqueta de piel sintética (segunda mano), un tanto raída por los años de uso, pero igualmente útil a la hora de resguardarme de la humedad ambiente. Me adentro en la espesura sin reparos. Si alguna certeza hay en mí es, precisamente, la de que no hay lugar en este mundo en donde me sienta más segura y a salvo que en compañía de estos gigantes añejos, solitarias presencias de escasas palabras susurradas con cierta reserva por el silbar suave del viento a través de sus hojas. Aquí, soy una más entre ellos. Aquí, palpita mi sangre. Aquí, la vida cobra, para mí, sentido y propósito, simplemente, el de ser. Mientras avanzo, voy andando sobre mis propios pasos y, a la vez, reinventando los senderos ya transitados. Nunca se recorre dos veces el mismo camino, del mismo modo en que no trae, la brisa, dos veces el mismo aroma.


Libero mi mente. Me dejo llevar a ninguna parte para llegar al lugar exacto, a mí misma...





Si toco tu corazón, toco el Corazón de la Vida. 
Si beso tus manos, honro los infinitos universos. 
Si lavo tus pies, hago realidad en la tierra el Reino de los Cielos.




De pequeña tenía esa innata, fascinante y curiosa habilidad de hacerme acreedora de las sospechas del mundo de los adultos. Bastaba que en casa algo se rompiera, o desapareciera de su lugar, o dejara de funcionar, o ... para que todas las miradas trazaran certeras directrices acusatorias hacia mi escaso metro de alzada a la voz de "qué hicisteeee!". No había posibilidad de argumentar en mi defensa: condenada de antemano, en mi condición de niña inquieta y curiosa y, ante la necesidad de los grandes de encontrar "responsables", pues resultaba dar yo perfectamente con el "physique du rôle". De modo que hube de elaborar algunas estrategias para abordar este asunto. Fui tanteando, entonces, y descubrí cuánto les calmaba y satisfacía que alterara "ligeramente" la veracidad de los eventos agregando o quitando, "hermoseando" el relato de lo acontecido, en resumidas cuentas, diciéndoles lo que ellos querían escuchar, no lo que en verdad había ocurrido. Y así es como aprendí a mentir, pues la evidencia mostraba que, en el mundo de los mayores, éste era el convencional modo de conseguir “absolución, aprobación, amor (a.a.a.) y una lista laaaarga de etc.” Fui creciendo y, paralelamente, perfeccionando mi estilo (requiere dedicación y tiempo) en la medida en que la sociedad iba demandándome nuevas “mentirosas verdades”, más elaboradas, originales, creativas… Hasta que, un día, ya no sabía yo si era la mentira que había hecho de mí, o la niña que había sido, o la de las transiciones entre una y otra o cuál (o “qué”). Uy, ¡en qué lío me había metido y qué mal se sentía! “Para qué todo esto, me dije, si, al fin de cuentas, nunca los conformo y termino perdiéndome a mí misma en mí misma!”. Rápidamente inicié la particular epopeya de “desaprender”, desarmar la laboriosa tarea que me tomara años (muchos de los que hoy tengo). Desde entonces en eso ando, ahora de nuevo viva y consciente (no se revierte en un día lo que se monta a lo largo del camino…).
He llamado a mi niña para liberarla y contarle que ya no necesitará seguir mintiendo, que “lo que es es lo que es”, ni más ni menos, mal que le pese al mundo, que no necesita maquillajes ni permiso para andar la vida, que las necesidades se sacian en la fuente interna no en surtidores ajenos, que la voz propia es personal e intransferible. Me miró, como hace ella, con su boca entreabierta (asombro), inclinó suavemente la cabeza y se rascó con su dedito índice, corrió su flequillo, perdió la mirada, se fue lejos (lejos…). Al volver me trajo una sonrisa nueva, genuina, simple y corrió enseguida debajo de la mesa de la cocina, como gustaba de hacer, a jugar fabulando que conducía el carruaje donde viajaba la princesa, hechas las riendas de los corceles con las patas de las sillas…