Alcanzo, después de larga caminata, los estribos ribereños del Paraná. Simbólicamente, subo a bordo de la Nave que el Monumento a la Bandera representa. De pie junto al mástil de proa, alzo la mirada hacia la bóveda nocturna (...profundo suspiro). Claramente, se divisan en lo alto numerosos cúmulos estelares. Identifico, entre ellos, la constelación Cruz del Sur, radiante, puntual. Tres de sus estrellas se destacan y recortan sobre el paño anochecido: en el extremo norte del eje vertical, Gacrux; en su antípoda, señalando el polo sur celeste, al pie de la Cruz, la más brillante, Acrux; a la derecha, sobre el eje horizontal, resplandece Becrux, conocida también con el nombre de Mimosa. La cuarta luz que completa la figura se oculta, aquí y ahora, a mi visión desnuda, tal vez a causa de las encandilantes luces de la Avenida Belgrano. Su nombre, Decrux, de las del grupo, la cuarta en magnitud aparente. Entre Crux y el palo de la embarcación, distingo dos puntos de considerable intensidad lumínica: los identifico como Hadar y Alpha Centauri, segunda y primera estrellas más luminosas de la constelación CENTAURO respectivamente.
Me demoro, me pierdo en la contemplación de un Cosmos majestuoso, inabarcable, incomprensible en su perfección y belleza.
Por un momento, cierro mis ojos, intento retenerlas en mis retinas, grabarlas como una rúbrica indeleble en mi matriz vital. Algún día, ya no seré desde este cuerpo que hoy me sostiene. Este nombre que porto se habrá desvanecido, seguramente, entre las aguas más o menos convulsionadas del mar que es este mundo. Pero mi Alada, quien en verdad se pronuncia sin necesidad de palabras, sin dudas guardará en su Esencia la memoria de este tránsito humano, de este instante fugaz y único al amparo de un río leonino, fluyendo por las venas de un ser de tierra, aire y agua, en un remoto confín del Cuerpo Universal conocido como "Gaia".
Hora 20:20
Cielo calmo y despejado.
Para esta fecha, fin de la observación.
Me demoro, me pierdo en la contemplación de un Cosmos majestuoso, inabarcable, incomprensible en su perfección y belleza.
Por un momento, cierro mis ojos, intento retenerlas en mis retinas, grabarlas como una rúbrica indeleble en mi matriz vital. Algún día, ya no seré desde este cuerpo que hoy me sostiene. Este nombre que porto se habrá desvanecido, seguramente, entre las aguas más o menos convulsionadas del mar que es este mundo. Pero mi Alada, quien en verdad se pronuncia sin necesidad de palabras, sin dudas guardará en su Esencia la memoria de este tránsito humano, de este instante fugaz y único al amparo de un río leonino, fluyendo por las venas de un ser de tierra, aire y agua, en un remoto confín del Cuerpo Universal conocido como "Gaia".
Hora 20:20
Cielo calmo y despejado.
Para esta fecha, fin de la observación.
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