Blanca la luna
bajó a la ría
para beber
en sus aguas frías.
Bella su estampa,
plata y serena,
calma su sed
en aguas morenas.
Voces nocturnas,
sombras silentes
cuentan amores
inconvenientes:
que, en plenilunio,
hombre la observa,
que la desnuda
sin más reserva
y que, en ensueños,
sacia su hambre;
ella, tan casta;
él, pura sangre.
Monta blancura,
cabalgan lejos.
y al alba vuelven
casi perplejos.
Hombre la besa,
luna suspira,
crece el encanto
mientras se miran.
Ya se despiden
entre promesas;
últimos besos
siembran certezas.
Discreta sube
entre sus pliegos,
hembrura fértil
(parirá luego).
Veintiocho velos
lleva mudados.
Sola, en el cielo,
piensa al amado.
Y, ya a punto,
cuando anochece,
vientre maduro,
baja y se mece.
Toca las aguas.
De sus caderas,
pare un reflejo,
lumbre y quimera.
Y, así, amantes,
luz y osadía,
hombre en luna,
luna y hombría,
amando mueren
y cobran vida
sobre las aguas
de aquella ría.













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