Vestida de púrpura y oro,

en estas alas que abrazan 

me envuelvo, 

mientras vuelo a trasponer 

el umbral de fuego, 

que es fin y principio de todo.

En la fragua del Espíritu que aúna

me consumo y,

desde mis despojos,

regreso a la vida,

renovada en un canto prístino

que belleza derrama.

Serán mis lágrimas

alimento del caído.

Será el cristalino rocío

sustancia

para mi alma.





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