El río convoca de un modo inexplicable. Hay un magnetismo que atrae hacia sí todas las sangres. Embelesa con su canto rumoroso, mientras devuelve a los ojos el reflejo de un alto azul inabarcable.
Sin darse cuenta uno, va quedando rendido a su contemplación, aquietando las propias aguas, despejando el íntimo puente que lleva hacia el propio encuentro. 

En serena convivencia, las criaturas, el clamor sosegado de la Naturaleza trae el regalo de la calma. 










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