Trascender las fronteras, comenzando por las propias, las íntimas, esas barricadas con que tabicamos el dolor y el miedo por no saber qué hacer con ellos. Integrar lo distinto, lo diverso, en el seno mismo del Amor que en nuestra fibra íntima pulsa. Comprender para abrazar el camino de la Unidad y recibir ese día en que, como un canto nuevo, surja de nuestro aliento esa voz cristalina proclamando...


"... No hay patria que me contenga. Habiendo atravesado la noche de las mezquindades, conciencia pura soy desde la misma esencia que me nutre y sostiene en mí la vida. Como caricia, cada pisada sobre el cuerpo de mi Madre me recuerda que soy bien amada. Los caminos todos que hasta ti me llevaron, ahora me están devolviendo al único sendero unificado y, libre como el aire, me expando en un abrazo infinito que crece desde mi región más íntima, allí donde un sol rige el poder y voluntad en cada criatura humana, vibrando en sintonía con los soles mayores, con el Ojo mismo de Dios..."




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