Aquel que funciona desde la obsecuencia camina parado sobre los pies de terceros, autocondenado a la cobardía de copiar y repetir la palabra de otros, sin alcanzar nunca el propio horizonte.
El que da el paso desde su propia voz camina en soledad, aun cuando otros viajen a su lado, y, con igual valor, se atreve al error tanto como al acierto, sabiendo que en cualquiera de los casos todo cerrará en el aprendizaje de su autoReconocimiento.












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