Enfocada como estaba en intentar registrar con mi cámara no sólo lo que mis ojos estaban observando, sino "cómo" lo estaban percibiendo (matices, tonos, sentimientos, sensaciones, emociones...), de pronto, alcé la mirada en busca de un parámetro de referencia en la perspectiva del paisaje y... la vi... Se me perdieron las palabras. El corazón empezó a pulsar con desmesura dentro del pecho y subió ese palpitar hasta mi garganta que sólo atinó a exhalar un... "¡ah… bella!". Olvidé lo que estaba haciendo y, extasiada, salí a su encuentro, caminar ligero que, virando a trote, enseguida se volvió un correr entre la gente a mi alrededor, mujeres y hombres con la vista por lo bajo, rezumando el agobio del trajín del día, farfullando, entre dientes, su renovado desencanto. Se diría que casi volaba, sí. Es que deseaba contemplarla a orillas del río y dejar que su reflejo, reposado en la melena lacia de un terroso Paraná, me acunara una vez más...

Con el aliento agitado, me detuve a orillas de su luz para rendirle mi íntima y silenciosa compañía...




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