¿Hacia dónde vamos?

Este mundo ajetreado, donde “el hacer” y “el tener” cobran, a cada instante, mayor relevancia y protagonismo, nos instala, cada vez más y más, en una carrera frenética que nos deja tambaleando al filo del abismo de la propia insatisfacción esencial. Atento a intereses mezquinos y triviales, insiste en imponernos la frivolidad de un estilo de vida superviviente y carente de lo primordial.
Basta con que advirtamos la situación para decidir dar un paso al costado e interrumpir esta inercia enfermiza que nos arrea inexorablemente al precipicio. Cerrando los ojos para aquietar la mente con una respiración pausada, vamos profundo hacia dentro y, en el más completo silencio, volvemos a sentirnos vivos con cada pulso de nuestro corazón, experimentando el sosiego de una paz imperturbable al reconocernos, intuitivamente, seres trascendentes. Regresando de esta vivencia, ya no es posible seguir siendo el mismo y, desde una sensibilidad recuperada, proyectamos una perspectiva depurada de la existencia que, ahora, se revela ante nosotros sustancial y coherente. Tomar la determinación de emprender esta poderosa travesía íntima implica, en la experiencia vital de todo humano, una diferencia fundamental y, por eso, un salto cualitativo.
(…)

(contratapa del libro “Donde cantan los Ecos”, de Marcela Guelfi)


El ritmo de vida enajenante, con sus constantes presiones y exigencias, impuesto por el sistema imperante, repercute en la indivisible unidad de conciencia bio-psico-espiritual que somos, desencadenando altos porcentajes de tensión mental y emocional que han de activar en nuestra química corporal una cascada de sustancias nocivas, originándose, tarde o temprano, una disfunción, un síntoma o una enfermedad.
Aparejado a esta circunstancia, retroalimentando esta realidad, la pérdida de un sentido de trascendencia que ubique y dé coherencia al rumbo de nuestro día a día nos sumerge más o menos profundamente en crónicos estados depresivos que traen angustia, miedo, dolor, desesperanza, desánimo y apatía, perpetuando, así, el círculo autodestructivo del cual, sentimos, no podremos liberarnos jamás.

Ante este panorama, lo que cabe es desacelerar, aquietarnos y despejar el ruido mental que nos impide entrar en contacto con el impulso vital que palpita en cada criatura, “el Ser que somos”. Apuntando a ello, las técnicas de relajación profunda y meditación vienen a abrir una brecha hacia la reintegración de nuestra individualidad al facilitarnos la reconexión con nuestra Esencia.
Sustentadas en el “enlace mente-cuerpo” antes mencionado, estas prácticas actúan a nivel del eje “psique sistema nervioso sistema inmunológico sistema endócrino” que conecta mente/emociones y cuerpo y de cuyo equilibrio depende el alcanzar y sostener o el perder el estado de salud. Cada pensamiento que tenemos, sea voluntario o automático, genera en nosotros emociones que estimulan, a nivel electroquímico, la secreción de sustancias (neuropéptidos, neurotransmisores y hormonas) que provocan modificaciones en la actividad de nuestros órganos. Si el impacto experimentado es negativo, nuestro cuerpo reacciona poniéndose en “estado de alerta-supervivencia”, perturbándose el funcionamiento de los mecanismos corporales como, por ejemplo, el ritmo cardíaco y la frecuencia respiratoria. En cambio, cuando el evento vivido es agradable y placentero, estas mismas funciones se ven jerarquizadas, promoviéndose un estado general de bienestar. Por lo expuesto, cabe acotar que el sistema inmunológico ha de responder a estas pautas mental- emocionales ya sea deprimiéndose o sobrestimulándose, con lo que bajará su nivel de defensas o creará enfermedades autoinmunes, o bien optimizándose, desarrollando un funcionamiento adecuado u óptimo.

La práctica de técnicas como la relajación profunda y la meditación permite calmarnos y entrar en un punto de sosiego, verificándose una serie de beneficios, en principio, en los aspectos fisiológico y psicológico. Por ejemplo, en un espacio tranquilo, con una música apropiadamente suave, en posición confortable, mayormente echados sobre sus espaldas y con los ojos cerrados, el control consciente y atento del acto respiratorio que el facilitador induce lenta y cuidadosamente en los practicantes a través de la guía verbal, es la clave que los introduce en un estado de progresiva serenidad. Poco a poco, las ondas cerebrales comienzan a estabilizarse, pasando de la frecuencia beta (correspondiente al estado de vigilia, alerta, estrés) a alfa (estado de relajación lúcida, calma, no pensamiento, creatividad e intuición). Distendida la mente, alejada de cualquier estímulo que pueda convertirse en fuente de perturbación, los efectos positivos sobrevienen como consecuencia lógica, esto es, sin ningún tipo de esfuerzo, sucediendo espontáneamente la autorregulación.

La regularidad y constancia en el tiempo de estas prácticas deviene en saludables hábitos actitudinales que, rápidamente, se constituyen en una herramienta sumamente eficaz e inmediata en el control de las diversas circunstancias del diario vivir, permitiendo a las personas acceder a una apropiada autogestión de sus pensamientos y emociones, estimulando la capacidad de proporcionarse experiencias placenteras y conducentes a un sentimiento integrado de plenitud y bienestar.

El único peligro posible que atente contra nuestra integridad yace "puertas adentro" y la Llave Maestra que nos libere de tal tiranía, también.


(foto tomada de la web)










No hay comentarios:

Publicar un comentario