Parque de España, a unas pocas cuadras del Monumento a la Bandera, junto al Paraná.

Se apaga lento la tarde y, en su fuga, pinta cobrizos matices en un cielo impregnado de renovados azules. Elevándose ante mi mirada, lo distingo: es Saturno haciéndose visible en esta región del cuerpo de la Madre, delimitando un ángulo, respecto del plano del horizonte, que estimo en unos 47° a 50° aproximadamente.
Atónita estoy. Lo observo aparecer entre las dos columnatas que sostienen y enmarcan simbólicamente el portal de este paseo. Por unos segundos, la imagen ante mí me transporta a los escenarios de una Grecia Antigua donde floreciera el pensar en alas de la búsqueda de la Verdad. Tal vez, son vivencias que, vibrando dentro mío, despiertan convocadas desde la memoria colectiva de esta humanidad de superficie. Evoco, desde la imaginación, las infinitas veces que ha alzado su mirada el hombre, tal como, ahora, yo lo estoy haciendo, despojado de toda presunción, escudriñando las alturas, intentando alcanzar, a través del conocimiento del Universo, la comprensión de sí mismo. Qué curioso..., en esencia, nada ha cambiado desde entonces...

Ya se desvanecen los últimos rastros de luz, exquisitos fulgores, bajo el manto nocturno. 
Celebrando el privilegio de la fiesta íntima, en silencio y gratitud, despido este instante irrepetible.




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