Iba pasando junto a una puerta entreabierta, por el largo corredor.
De pronto, sin saber por qué, me encontré volviendo sobre mis pasos, camino a su cama de sábanas blancas, almidonadas con el apresto del dolor y la impotencia. Cuando estuve a su lado, apoyé mi mano sobre su pierna y le sonreí amablemente, mientras me oía decirle(me)...

"Soltar...
Aquello con lo que no podemos hoy, soltar. Es eso: soltar o hundirse con el lastre que pesa.
Soltar en la confianza de que, en el transcurso de nuestro camino personal, la Vida volverá a ofrecernos tantas oportunidades como fueran necesarias para revisar aquel momento, para comprender, para sanar y aquilatar, ahora, a la luz de una mirada renovada.
Soltar... para seguir"

Se aguaron sus ojos verdes y, conmovida, despegó los labios, iluminándose(me) con un "gracias...". No tenía más para decirle, sólo eso que lo era todo.

Retomé el curso de mis pasos.
Salí como había entrado, sin expectativa, la marcha lenta, el rumbo despejado.
Mientras, volvía a mí como una reverberancia, como un oleaje manso a orillas mi playa íntima...

"soltar...".







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