Llegó a mí tan sorpresiva como inquietantemente. Una oleada fue de aromas nuevos, una bocanada vital; una contundente fuerza inexplicable que, tomándome por los brazos, me sacudiera de tanta modorra, de tanto letargo en el que me hallara sumida; como un aliento fresco que me azotara deliciosamente en la cara y en mi boca y en mis palabras adormecidas y en el alma… Bastó un segundo para volver a la vida y, sin pensarlo, seguí el rastro en el aire, buscando la huella que el decir dibujaba…



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