Es el miedo poderoso caballero. De mil rostros, siempre sabe cuál usar en cada ocasión. Por ser astuto se agazapa detrás de nuestras debilidades y, desde allí, gran titiritero, gobierna los cordeles de nuestra voluntad desmayada. Va por nuestro sol y lo consume en tanto hace y deshace en nuestra tierra, agotándola, empobreciéndola. Ha nacido de la devastación y es desolación lo que a su paso siembra. Trae de la mano a sus hijos, la cobardía, el hábito, la costumbre y los suelta a pacer como ganado, mientras nos adormece acunándonos con la nana mortal que embelesa…:

“quédate aquí, vida mía,
que afuera es el dolor y la alegría”.

Mientras la vida se derrama en cada surco, hay un miedo, como un niño perdido, que sigue aguardando la caricia amorosa que lo libere de su propia tiranía.





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