Cuando llegue la hora de soltar amarras,
desatar el lazo que me une al mundo,
un desfile de musas invisibles
peregrinará por mis labios
sellados con silencio de tiempos viejos.
Mi más alta morada abrirá sus puertas
a la nueva luz
y, en carrozas perfumadas,
volverán los gigantes blancos de la infancia
a rescatar en mí
un nombre, una hora, una rosa, una niña.
Adiós diré a las palabras
para entregarme a la necesaria mudez
de los que hablan con el alma.
Adiós diré a mis tres tiempos.
Adiós le diré a este cuerpo.
Quizá volvamos a vernos
donde mora la verdad.




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